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26 octubre 2008
Disaster: Day Of Crisis
Si tuviéramos que buscar el equivalente interactivo a la típica película de sobremesa dominguera repleta de disparos, persecuciones, explosiones y, en definitiva, mucha acción, ese sería probablemente Disaster: Day of Crisis, el último y más novedoso videojuego de Monolith Software para la consola doméstica de más éxito en la actualidad: Wii.
Bautizada desde hace no muchos años como una “Second Party” de Nintendo, la compañía comandada por Hirohide Sugiura (uno de los tantos “ex” de Square Enix) se estrena en la blanca de Nintendo con poco ruido pero muy buenos resultados. Hay muchos culpables para explicar la satisfactoria culminación del videojuego, pero uno muy importante es su historia, que de principio a fin nos narra con un estilo muy cinematográfico los últimos acontecimientos vividos por Raymond Bryce, un marine de los EEUU que después de perder a su mejor amigo en una misión de rescate se plantea muy seriamente cumplir con el único deseo que le pidió antes de morir: proteger a su hermana.
Una hermana que, no sabemos por qué, ahora se encuentra metida en un buen lío, lo cual supondrá el detonante ideal para que nuestro héroe desmantele toda una red terrorista, salve al gobierno de los EEUU, rescate a la inocente joven y, de paso, acabe con todos los desastres naturales (erupciones volcánicas, terremotos, tornados y tsunamis) que están sacudiendo la ciudad de Blue Ridge. Y todo ello, además, en un solo día. Para que aprendan los superhéroes de la Marvel…
Sálvalos a todos
No obstante, lo más sorprendente es que la trama termina siendo verosímil, y no sólo eso, sino que sirve como un vehículo perfecto para proponernos un título que es un auténtico cajón de sastre. La exploración, las fases de conducción, los disparos “on the rails” al más puro estilo Time Crisis e incluso los minijuegos (con eventos “quick time” incluidos) se juntan así para darnos unas ocho horas de juego muy satisfactorias a los mandos de wiimote y nunchuk.
La mayor parte del tiempo seguiremos los pasos del típico héroe americano (en este caso, Raymond Bryce) desde una perspectiva en tercera persona en la que controlaremos en todo momento la rotación de una cámara que servirá tanto para localizar el lineal camino a seguir como para hallar los diferentes cuerpos inocentes que nos tocará salvar por el camino.
Ya nos lo dijo nuestro amigo difunto al principio de la aventura: “No podemos salvar a todos”, pero nuestro protagonista es un miembro nato del Equipo de Rescate Internacional, y nadie (mucho menos nosotros) le impedirá acudir al auxilio de todo aquel que se encuentre por el camino, ya tenga una parada respiratoria, esté en un saliente a punto de derrumbarse, necesite una inyección curativa o simplemente un lugar en el que sentirse resguardado de los tóxicos vapores de humo.
Por suerte para nosotros, la pasión de Raymond por las técnicas de rescate suponen una excusa ideal para poner en práctica una variedad de minijuegos que nos presentan tareas que van desde tender la mano a un civil atrapado (moviendo el wiimote en el momento adecuado) hasta apartar las piedras que ocultan el cuerpo de un pobre ciudadano (desplazando wiimote y nunchuk hacia arriba cuando así se nos pida).
Un héroe con muchos géneros que descubrir
Evidentemente, todo no se acaba en el rescate, así que unida a la propia exploración de los entornos, a la localización de los heridos y al hallazgo de toda clase de ítems con los que recuperar energía (Raymond tiene barra de vida e incluso un indicador para mostrar el estado de los pulmones), nos encontramos con que, durante un alto porcentaje de la aventura, Disaster: Day of Crisis convierte nuestro wiimote en un potente arma de fuego.
Una pistola, una escopeta, una metralleta… En realidad, nuestro héroe tiene una gran cantidad de recursos para acabar con todos los terroristas que se encuentre dentro de una mecánica de juego donde la descarga de balas, la recarga y, por supuesto, la puntería nos hacen sentirnos como en un salón recreativo de aquellos que proliferaban en los años noventa.
Por tanto, y con el añadido de unas fases de conducción que nos obligan a coger el wiimote en horizontal, la última obra de Monolith Software es un verdadero cúmulo de géneros rigurosamente seleccionados para resultar poco repetitivos y muy gratificantes en su planteamiento. Tanto es así, que en un mismo nivel se hace posible explorar, rescatar unos cuantos civiles, participar en intensos tiroteos, resolver algunos eventos “quick time” e incluso pilotar un coche durante una persecución.
El día más largo
Probablemente no es el mejor videojuego de acción actualmente para Wii, tampoco el más difícil, pero sí uno de los más desafiantes. La mejor prueba de ello está en su estructuración en unos “checkpoints” que vienen a dividir en pequeñas parcelas de juego a Disaster: Day of Crisis, que pueden volverse a repetir cada vez que se acabe con nuestras vidas. Es cierto que esta técnica al final propicia que la dificultad del título disminuya drásticamente, así como la duración total, pero muchos lo preferirán al cierto “engaño” de otros títulos que basan su gran duración en la frustación del usuario por repetir niveles enteros desde el principio.
Para quienes quieran mayores retos, ya tendrán un modo más difícil cuando completen el título, además de una serie de opciones adicionales como una galería de tiro (para practicar el disparo con wiimote), nuevas armas, vestimentas desbloqueables y todo un compendio de información relativa a los secretos argumentales del videojuego.
En definitiva, Disaster: Day of Crisis para Wii propone experimentar a sus usuarios el día más largo de sus vidas. Un día en el que acompañar a Raymond en una aventura donde el apartado gráfico y sonoro, sin realizar importantes grandilocuencias y sin acabar con el tópico de que “Wii lo puede hacer mejor”, nos proponen un cuidado apartado 3D y un repertorio musical típico de film de acción que bien podrían conseguir que, al menos, una tarde de sobremesa de domingo pudiera convertirse en el perfecto anfitrión de esta variada e interesante serie de catastróficas desdichas sin aparente explicación.
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