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29 octubre 2009

Análisis de Forza Motorsport 3


Dan Greenawalt, director del juego, lleva razón cuando dice que todos, de un modo u otro, somos amantes de los coches. Yo no he conducido nunca uno, jamás entenderé lo de las bujías, los pistones y las válvulas y sólo podría ver una carrera de F1 entera a cambio de una razonable cantidad de dinero o logros. Y sin embargo, se me cae la baba cuando veo un Porsche o un Ferrari; hay belleza en esos cacharros, y no hace falta saber nada para apreciarla.
Con esa premisa, Turn 10 ha intentado que Forza Motorsport 3 sea un juego de conducción exigente pero para todos los públicos. Un simulador capaz de divertir a los que, como un servidor, nos lo pasamos especialmente bien esquivando tráfico y derrapando a lo loco con una rubia en el otro asiento del descapotable. ¿Conceptos opuestos? Veámoslo.

La búsqueda de la accesibilidad, el Santo Grial de esta generación, resulta evidente desde el primer momento. Que un buen hombre te guíe con su voz por los menús —infinitamente más elegantes y agradables que en Forza 2— es como muy para novatos. Todo está muy explicado, contemplando la posibilidad de que esta sea tu primera vez. Si no lo es, igual te jode un poco no poder saltar la carrera de presentación al volante de un Audi R8, pero me temo que aquí hay contrato con la firma alemana de por medio.
En esa dirección van también las nuevas opciones en lo relativo a la dificultad. A las ayudas ya conocidas, como ABS, control de tracción o la ahora omnipresente línea de carrera se suma ahora el frenado automático, para que sólo te preocupes de girar el volante. ¿Excesivo? Tal vez, pero no deja de ser algo desactivado por defecto y que así se quedará para la mayoría de jugadores.



Todavía más: la posibilidad de rebobinar en cualquier momento y tantas veces como queramos en una carrera, para volver al momento antes de salir de la pista, para repetir esa curva hasta que salga con la trazada perfecta. Es una decisión discutible, pero de nuevo blindada ante críticas; no la usas si no quieres. Hace falta una fuerza de voluntad con la que nunca podré soñar para resistir la tentación, también os lo digo. Y cuando caes, se pierde mucha tensión, no hay percepción de peligro y el riesgo pierde su valor. Además, cuando ya te has vuelto adicto al botón Back, el sistema falla sin motivo aparente: te deja retroceder muy poco o simplemente no va. Me ha pasado varias veces al salirme en el último maldito giro de la carrera, cuando más se le necesita.
Cualquiera encontrará una configuración óptima entre lo insultantemente fácil y lo frustrante, pero lo ideal sería aprender y progresar hasta llegar a jugar como Dios manda, sin ayudas. Sin embargo, es fácil acomodarse y acabar dependiendo totalmente de las flechitas verdes que se vuelven rojas. El juego podría incitar a ello de forma más descarada —unos cuantos créditos más no son aliciente suficiente—, pero es cierto que, de un modo sutil, su propia naturaleza invita a hacerlo. Sin ir más lejos, ha supuesto mi reencuentro con el cambio de marchas manual que, por vago cabrón, llevaba sin usar desde Sega Rally. El de Saturn, ¿eh?
Por suerte, todas esas rueditas para prinsipiantes no cambian lo que ha sido siempre Forza. La impresión de estar en una competición sigue sorprendentemente intacta gracias a la magnífica IA de los rivales —unos más agresivos que otros, con reacciones muy creíbles, con sus errores no forzados— y a un sistema de conducción realmente bueno. No creo que sea necesario volver al debate de si Forza Motorsport 3 es o no un simulador. Por el comportamiento de los vehículos, lo mucho que se notan las diferencias entre unos y otros, la cantidad de parámetros que tiene en cuenta el motor de físicas y las consecuencias que tienen los daños en el motor, la dirección o las marchas, está claro que el juego de Turn 10 busca acercarse a la realidad, por mucho que otras propuestas lo hagan más todavía. Por encima de si es más o menos real está, en mi opinión, lo auténtica que se percibe la conducción aquí.


La principal mejora en ese sentido es una sensación de contacto con el asfalto más convincente —se notan mucho más las irregularidades de la carretera, por ejemplo—, tal vez por las mejoras en la representación de los neumáticos. Agradable sorpresa también la inclusión de un sistema de puntos, en plan Kudos, al derrapar. No es nada relevante, aunque hace más evidente el hecho de que los derrapes no necesitan ser exagerados para ser divertidos; esa pequeña batalla para conseguir que el coche no se vaya del todo, lo que cambia todo eso con la tracción delantera… son cosas realmente satisfactorias.
Precisamente por eso se echan especialmente de menos las carreras bajo la lluvia o con el asfalto medio helado. Y algún circuito nocturno también habría estado más que bien; me conformaba con el de New York.
El motor de físicas también tiene sus fallos, a pesar de todo. Yo, como no-conductor, lo que está bien hecho sólo puedo intuirlo. En cambio, no tengo la menor duda cuando me topo con algo que está mal1 y por lo tanto sé que el motor de físicas de Forza 3 no es impecable. Cuando ves que un coche volcado “intenta” darse la vuelta, lo mismo. Se nota y se agradece el empeño en mejorar este aspecto en cada edición, pero es una pena que el sistema de daños se siga viendo algo limitado; podría ser un elemento distintivo que le iría muy bien a la saga, pues la línea que separa lo sobrio de lo falto de personalidad sigue algo borrosa.

Ninguna queja, en cambio, en relación a la modificación y el tuneo de los vehículos. Comprar y cambiar piezas es ahora más cómodo que nunca gracias a la opción de mejora automática, que se adapta a la pasta que tienes en ese momento y a las necesidades de tu próxima competición. Los ajustes más para expertos, como la posibilidad de decidir cómo de largas quieres las marchas y demás, es algo que siempre me ha quedado grande, lo reconozco. Pero ahí están.
El modo carrera ha sufrido también una metamorfosis importante. Ahora hay un calendario y cada fin de semana debemos participar en una prueba puntuable del campeonato del mundo una determinada clase —superior año tras año—, determinada como siempre por el rendimiento de los coches que participan. Entre semana la cosa es mucho más libre, y podemos elegir entre tres propuestas que cambian en función del vehículo que sacamos del garaje. Todo esto, que podría añadir dinamismo y coherencia, se ve empañado por un par de fallos. En primer lugar, resulta bastante incómodo estar constantemente cambiando de coche para ver si nos ofrecen algo que nos convenza más. Pero lo que a mí más me fastidia es no saber dónde voy a correr hasta que he confirmado el evento y ya no hay marcha atrás; a veces tocan varias carreras seguidas en la misma localización.


Tienes que llenar muchas estanterías de trofeos y muchas cuentas bancarias de créditos para poder permitirte un Lamborghini Reventon o un Buggatti Veyron, y eso son muchas, muchas horas de juego. Pero privarte del placer de subirse a esos pepinos más pronto que tarde no es compatible con el discurso del “juego para todos”. En el resto de modos de juego, pues, los 400 coches —aunque demasiados son variaciones de un mismo modelo— están listos para correr en los 100 circuitos desde el primer momento. Unos y otros son más variados que nunca, además. Es especialmente motivo de Honda1 satisfacción en el caso de las pistas, pues ya no hay esa abismal diferencia entre circuitos de primera y de segunda que había en Forza 2 —era ver un logo de esos con las serpientes y se te quitaban las ganas…— y entornos como Montserrat o la costa italiana se agradecen muchísimo.
El modo online sigue siendo de lo más completo, ordenado y estable que hay. Y es en esas carreras, como era de esperar, cuando los piques y la diversión van al máximo de revoluciones.
Pero esa es sólo la mitad de la relación del título con Internet. La otra es el Escaparate, una auténtica red social con perfiles de jugador, fotos, repeticiones, vinilos, diseños y configuraciones para compartir y vender por créditos del juego. El juego no tiene rival en esto de personalizar los coches por fuera, y aunque es una lástima lo de no poder importar diseños del anterior título, la intriga por ver qué logrará hacer la gente con más talento y paciencia forma también parte de este juego. Está por ver qué permisividad habrá con el tema del copyright —ya en la red para desarrolladores y periodistas borraron varios vinilos, entre ellos mi Sonic—, pero no hay duda que Forza Motorsport 3 es un paso adelante en la integración de ese ente llamado Comunidad y nuestros adorados Jueguicos.



También en lo visual Forza 3 es coherente con su “nueva” filosofía. El juego se preocupa constantemente por mostrarnos lo bonitos que son sus coches. En los menús, al inicio de las carreras… la presentación se ha mejorado muchísimo y los gráficos, pues también; cada detalle de cada vehículo está perfectamente modelado. El aspecto del juego es realmente bueno y ha ganado varios enteros, sin duda, pero la mejoría en las carrocerías es lo más evidente. Desgraciadamente, las texturas de los escenarios, salvo contadas excepciones, no han mejorado igual y tanto en iluminación como en el uso de los colores sigue por detrás de ese competidor que todos tenéis en mente.
Ya tocaba lo de la nueva cámara situada en la cabina del piloto. Inestimable es su contribución a la inmersión y a la espectacularidad, pero por la falta de dinamismo —no pido que todos los juegos imiten a Need for Speed: SHIFT en eso, pero sí que tengan las famosas G un poco en cuenta— y por las manos que no se mueven del volante ni para cambiar de marcha, la satisfacción no es total.
La evidente falta de antialiasing es también algo preocupante. Suerte que la magnífica suavidad, los 60 fps más que constantes, y la lograda sensación de velocidad —no con los primeros coches, pero sí al llegar a Nürburgring con un motor de varios cientos de CV— lo compensan. Magníficos como siempre, eso sí, los efectos de sonido.


Finalmente, hay un par de cosas relacionadas con el juego que vale la pena comentar. Primero está lo del segundo DVD instalable, con más coches y pistas. Me sigue pareciendo una solución algo chapucera, pero seguramente no había otra y no molesta nada… si te queda espacio en el disco. Por otra parte, ahora es más evidente que nunca que Microsoft se equivocó al no poner un tercer pedal en su volante; usarlo para jugar a Forza 3 con el embrague activado es un maldito suplicio.
Forza Motorsport 3 es, de largo, el mejor juego de una saga que él mismo se encarga de consagrar. La fórmula que propone da como resultado una conducción agradable, exigente y satisfactoria a partes iguales y la dosis de simulación está en su justa medida. Es también, seguramente, el juego de coches más completo aparecido hasta ahora en cualquier consola. Pero a pesar de ser un imprescindible para todo aficionado al género, su ambición no tapa sus fallos ni compensa la falta de atención en algunos detalles.
Nota: 8

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