South Park lleva en emisión desde 1997 y pese a los años, sigue siendo tan irreverente como en su debut. Las legiones de fans de las absurdas aventuras y desventuras del peculiar grupo de chicos del ficticio pueblo de Colorado reclamaban un juego que pudiera hacer justicia a su serie favorita: no fueron los pocos los intentos en el pasado, con un fps bastante mediocre, un paupérrimo clon de Mario Kart y hasta un trivia sobre la serie que nos llegó íntegro en inglés por estos lares.
Al fin, tras 17 temporadas de serie, por fin podemos decir claro y alto que South Park ya tiene su gran juego: La Vara de la Verdad es un programa único donde podemos sentirnos verdaderos compinches de las perrerías de Cartman, Kyle, Stan y Kenny.
Tras varios retrasos en el lanzamiento -incluso a veces se dudó de su viabilidad tras la quiebra de THQ-, al fin tenemos esta oda al absurdo en nuestras manos. La perfección y fidelidad de este juego ha sido posible gracias a la entusiasmada colaboración de los creadores de la serie, hablamos de Matt Stone y Trey Parker, con el experimentado estudio Obsidian Entertainment, responsables de juegos tan conocidos y reconocidos como Fallout: New Vegas o Dungeon Siege 3, entre otros.
La trama del juego tiene un arranque de lo más simple -y hasta bobo-, como suele ocurrir en la inmensa mayoría de capítulos de South Park: los niños del pueblo, caracterizados de clásicos personajes de rol, se enfrentarán entre ellos para hacerse con el control del artilugio definitivo para controlar el mismísimo universo… un trozo de rama al que llaman la Vara de la Verdad. Con esta premisa arranca el programa encarnando a tu propio ego virtual y que acompañará a Cartman y compañía a lo largo de la aventura.
Jugablemente hay que aclarar que, pese a que muchos piensen que estamos ante un programa de rol, en realidad, South Park: La Vara de la Verdad a duras penas mantiene los rasgos más básicos del gameplay de este tipo de juegos, estando verdaderamente simplificados para una mayor accesibilidad de cualquier tipo de jugador y, sobre todo, dar el verdadero papel protagonista al humor. Así pues, en esta ensalada grotesca se mezclan la típica comedia de la serie con combates y asequibles puzles.
Los combates resultan muy simplones, les faltan variedad de opciones, mucha más profundidad, no suponen un gran desafío y, a la larga, se nos tornarán un tanto repetitivos. En cuanto a duración, una primera partida puede prolongarse hasta las 15 horas de juego, aunque el único aliciente para volver a visitiar South Park es para hacernos con los coleccionables que hayamos pasado por alto en esa primera batida. Esto puede sorprender si tenemos en cuenta los antecedentes del estudio responsable del juego, por lo que, quedan claras las intenciones de Obsidian: ofrecer un programa nada complejo y guasón, ideado especialmente para los fans de la serie.
El humor irreverente, grotesco y y grosero se ha trasladado perfectamente desde la pequeña pantalla al videojuego: situaciones tronchantes y absurdas, mil y un guiños, objetos vistos en la serie… A esto hay que sumar un apartado gráfico terriblemente fidedigno en aspecto al de la animación, por lo que la sensación de inmersión es total. Lástima que las voces únicamente vengan en versión original, una extraña, desafortunada e imperdonable decisión tomada por Ubisoft, y que algunos pasajes se hayan censurado en las versiones pal de consola.
South Park: La Vara de la Verdad es el perfecto homenaje convertido en videojuego que necesitaba esta longeva serie, que a pesar de los años que lleva en emisión, todavía sabe cómo desencajarnos la expresión con sus salidas de tono. No esperéis un juego de rol al uso, ni por mecánicas ni por duración, pero si sois fans de la serie, encontraréis un grandioso título donde paladear cadal detalle y que os mantendrá enganchados a la pantalla… mientras dure.
Análisis de Dark Souls II
El fenómeno Souls arrancó con un juego un tanto tapado en su día y que fue exclusivo de PlayStation 3: Demon’s Souls. No tuvo la cobertura mediática de otros grandes de la consola considerados estandartes de la máquina, como fueron, por ejemplo, los Uncharted de Naughty Dog. El boca a boca sobre la tremebunda pero a la par complaciente experiencia que era disfrutar de aquel juego fue vital para llegar adonde se encuentra hoy From Software.
Torpemente, Sony dejó escapar a esos genios que, ante la horda de fans que se había erigido con aquella creación, no dudaron en continuar con una continuación más que espiritual, disfrutando de su propia IP y bajo el paraguas de una nueva editora, Namco Bandai, que está encantada de acoger en la casa de Pac-Man a estos nuevos invitados. Hoy, por fin, podemos probar la tercera experiencia Souls que se materializa en un Dark Souls II multiplataforma.
Quien conoce ya la saga, sabe que lo que es experimentar la incertidumbre sobre lo que habrá tras la neblina que nos bloquea el paso, una sensación que se torna electrizante en cuanto la atravesamos y un engendro fruto de las retorcidas mentes de los artistas de From Software sale a nuestro encuentro y los lanza por el escenario como a un pelele. Bastan unos pocos golpes para sucumbir y abandonar nuestra forma corpórea. No importa, volvemos a recorrer el camino para llegar a medirnos de nuevo con esa criatura y a sabiendas de que tenemos que ser raudos e ingeniosos para estudiar sus ataques y trazar una estrategia que nos permita alcanzarle en el momento que presente mayor debilidad, si es que la tiene. Un intento. Dos. Tres. Cuatro. Ya has perdido la cuenta, pero al fin, la bestia yace a tus pies. Esto es Dark Souls II.
Para este nuevo capítulo, se han introducido novedades jugables un tanto interesantes, aunque no desvirtúan la esencia Souls original, en absoluto, es más, quizás hasta la agiliza. La dificultad sigue siendo endiablada y cada trampa y posición de los enemigos está cuidadosamente situada al milímetro para hacer el mayor daño posible o para engañar al jugador, incluso me atrevería a decir que puede que este Dark Souls II sea el capítulo más exigente de la trilogía. Un cambio importante hace referencia al farmeo: los enemigos ya no resucitarán de manera indefinida, por lo que subir niveles artificialmente repasando una misma zona una y otra vez se ha terminado, al menos como se podía hacer en el anterior juego. Y no os engañéis: este cambio lo agradeceréis cuando no tengáis que repetir ciertas secciones del mapa plagadas de enemigos.
Otra bondadosa concesión es la mayor existencia de hogueras repartidas por este terrible mundo y la posibilidad, desde el inicio, de poder movernos libremente entre unas y otras usando el teletransporte. Como ya ocurría en los anteriores juegos, las armas están sujetas al deterioro, pero en este Dark Souls II se mellan con mucha mayor rapidez, algo que se procura compensar con una reparación sin coste en las hogueras. Pero el detalle más sangrante reside en la propia muerte y sus consecuencias: cada vez que mordamos el polvo, la barra de energía se irá reduciendo hasta quedar acortada por la mitad, lo que sin duda hace más cuesta arriba el desafío, especialmente con algunos jefes para los que vamos a necesitar ayuda de algún invocado para poder hacerle frente.
El escenario donde transcurren todas estas tragedias, recuerda mucho más en su arquitectura al Demon’s Souls original, recuperando una suerte de Nexo, con niveles más sencillos, sin esos numerosos recovecos que a veces nos llevaban a ninguna parte en Dark Souls, y eso que el mapa resulta mucho más extenso que en aquel, aunque como resaltaba, el uso de las hogueras para moverse de un punto a otro sin dificultad puede ser la mejor solución a tortuosos viajes sin retorno.
A nivel técnico me ha resultado decepcionante toparme con un texturizado un tanto pobre o algunos modelados o elementos demasiado poligonales, justo lo contrario de lo que esperaba gracias a esos hypeantes tráilers con los que nos vendió el juego From Software y Namco Bandai: ni por asomo, gráficamente, las versiones de consola alcanzan ese nivel de detalle. Es cierto que ha mejorado, y mucho, el sistema de iluminación, pero ha sido un detalle desagradable con los fans. Aunque la verdad es que quien desea jugar a Dark Souls II no lo hará por sus gráficos, será por la experiencia única y la fantástica dirección artística del juego. Por supuesto, la componente multijugador es vital en el juego, con los clásicos enfrentamientos, invasiones y asistencia, sin olvidar que los pactos de Dark Souls vuelven a estar presentes aquí.
Dark Souls II se conforma como una perfecta mezcla de los dos anteriores juegos, añade nuevos elementos jugables -o hasta prescinde de algunos-, siendo capaz de mantener una esencia única que hacen que su gameplay no sea la reiteración que muchos vaticinaban, más bien es una búsqueda del equilibrio perfecto en una saga donde precisamente el abuso de poder contra el jugador es una de las señas más características -si no la que más- de la experiencia Souls. Un título imprescindible para todo hardcore gamer.
Análisis de Yaiba: Ninja Gaiden Z
Seamos francos desde un principio: nadie esperaba gran cosa de este Yaiba: Ninja Gaiden Z, especialmente teniendo en cuenta la desolada situación del Team Ninja tras la marcha de Itagaki -ahí tenemos ese Ninja Gaiden 3 que necesitó de hasta una segunda revisión y que era todo un despropósito- y que el estudio responsable de este trabajo es el mismo que firmó joyas del calibre de Turning Point y Legendary, ni más ni menos que Spark Unlimited.
Aunque el Lost Planet 3 de esta gente no brillara con luz propia, sí que resultaba un título entretenido, y por hacer una analogía, resultaría una de esas películas de domingo tarde que sin ser dignas de Oscar, te hacen pasar el rato. Algo similar ocurre con Yaiba: Ninja Gaiden Z, un programa que, pese a contar con Keiji Inafune (padre de Megaman) en el papel de productor, no aspira más que al mero entretenimiento basado en el frenético mamporreo de botones.
El programa nos introduce en la piel de Yaiba, un ninja muerto a manos del legendario Ryu Hayabusha. Resucitado y mejorado con partes mecánicas, deberá repeler una invasión de no muertos y vengar su muerte a manos de la Espada de Dragón. Unas premisas simples y que resultan suficientes para justificar el caos que se desatará en pantalla, aunque ojo, el humor desfasado es uno de los puntos más interesantes en su simplona narrativa.
El gameplay se sustenta en una mecánica jugable basada en el apalea a todo lo que se mueva mientras aporreas los botones de mando dejándote llevar por la fiesta de chorretones de sangre y miembros desmembrados que se reproducirá delante de tus narices. Resulta demasiado caótico y, como decía, a veces ni eres consciente de lo que estás haciendo con el mando: Yaiba te lanza de cabeza a por la acción directa, sin preguntas, ni antes ni después, limítate a cortar, rajar y reventar.
A la larga -y eso que la duración del programa no es muy dilatada-, esta mecánica se puede antojar bastante repetitiva para los que esperen más de la cuenta: no os engañéis, Yaiba: Ninja Gaiden Z viene presentado con el envoltorio del Unreal Engine pero en su interior reside la esencia de aquellos arcades chusteros que conocieron mejores momentos allá por los años 90. Hay algo de plataformas y quick time events, pero la inmensa mayoría del tiempo lo invertiréis en despedazar a los enemigos.
La estética de cartón piedra y su paleta de tonos hacen del juego un título un tanto llamativo a nivel visual, casi rozando la presentación de una novela gráfica a color que cobra vida ante nuestros ojos. Pero no nos engañemos: el añejo y manido Unreal Engine no da para más de sí y no es que en Spark Unlimited sean unos maestros exprimiendo este motor (no hay más que echar un vistazo a sus juegos, incluso a LP3 para darse cuenta de ello)
El género brawler se ha quedado atrás, está desfasado en su estado más puro: ya no estamos en los 90, para bien o para mal, y tenemos multitud de propuestas en la evolución de esta categoría de juegos, como podrían ser los excelsos Bayonetta o DmC. Aún así, si eres de la vieja escuela, de aquellos que aún recorren las calles de Metro City cuando les pica el insecto de la nostalgia, encontrarás que Yaiba: Ninja Gaiden Z no es tan malo como lo pintan -eso sí, a precio muy económico-.
Fuente mundivideojuegos.com
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